miércoles, 6 de abril de 2016

Jornada 12: El abuelo batallitas



Cuéntanos algo así en general, sobre la vida
Pues que hay que tener pasta el día que empieza la jornada ¡eh Jonatan!





Y si fichas tíos con cuatro tarjetas
¡Eh Chacarita! Luis Suárez muy bien los veintisiete millones de pesetas y con Mauro pues otro golpe más...





Pero siempre nos quedará el bicho
En cada golpe, él ahí estará.




Hoy no hay frase
Hoy es especial.




Abuelito, ¡cuéntame un cuento! Muy bien, ve y coge un libro del Barco de Vapor. ¡No! No una puta mierda de esas, una historia real. ¿Una historia real? ¡Sí! ¡Cuéntame de cuando eras un chavalín! Vale. Pero tendré que llevarte conmigo a una época muy remota. Era un duro día de invierno. Yo caminaba por el bosque encantado, con el escroto escarchado y escuché en la lontananza una música atroz. Me dirigí hacia aquella aberración y cuando salí al descampao pude ver la armada de música latina liderados por Enrique Iglesias y Alejandro Sanz. - ¿Qué coño hacen ahí de pie, con esta rasca? - Me pregunté. De repente una garrafa de viento vino desde el norte, y apareció un rebeco común, con un hierro oxidao impregnao en sida. Desde el sur surgió un mapache, llevando una grapadora (con grapas). Por el este llegó una avutarda sujetando un secador de pelo. Y finalmente por el oeste una zarigüeya que blandía un calcetín sudao. Con ellos venía la armada retromongola de la Aldea del Arce, seguido de un ejército de animalejos. Eran menos en número, pero la mirada en sus ojos decía: "Os vamos a dar pal pelo". Ese día solo acabaría en muerte o botellón. Y se hizo el silencio. Mi corazón empezó a latir. El cielo se oscureció y se tornó parcialmente nuboso, con precipitaciones débiles y ocasionalmente tormentosas acompañadas de rachas de viento moderado y marejadilla. Y vi a los cuatro levantar sus armas al aire. Sin previo aviso cabalgaron hacia la batalla y empezaron a llover hondonadas de hostias a diestro y siniestro, sin ton ni son. La sangre y los dientes se esparcían por el campo de batalla como el día de las banderas de las fiestas de Bilbao. Cuando la niebla se disipó había muchos cadáveres y olía a torciditos al queso. En el suelo yacían cuerpos mutilados, miembros amputados, chuletones humanos, las rastas de Melendi y el costillar de Baute.
Y vi a los cuatro cabalgar a lo alto de la colina y detrás de ellos el ejército retromongol rindiendo pleitesía. Y los cuatro pronunciaron las palabras del Gran Reno. Soy el Reno Renardo un vulgar chorizo bastardo. Soy el Reno Renardo un galán cortés y gallardo. Soy el Reno Renardo mira como brilla mi nardo. Y todos los animales del sotobosque se unieron en un coro politono que se escuchaba a través de toda la campiña, por linde y ribera, hasta las huertas del tío Tomás. Bueno ya está, ¿te ha gustado la historia? ¡Sí! ¡ha sido dabuti! Oh, me congratula. Ahora a dormir que mañana tienes que madrugar pa ir a la mina. Abuelor. ¿Si? ¿Quiénes eran esos cuatro musculosos y apuestos hombres? ¿Que quiénes eran? Ellos eran... ¡EL RENO RENARDO!



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